Amor de metro (tipo II) [El príncipe "de azul"]

     

     Y cuando creía que el metro sería lo peor de mi día, me sale un "amor" inesperado. Mientras la multitud se pisoteaba toda en plena procesión hacia las escaleras, iba tranquilamente viendo los escalones para no rodar - como es costumbre en mí-. En medio de lo cotidiano, mi vista quedó capturada por el color de lo que las mujeres llamaríamos un "buen lejos". 

     Para no dar todo por sentado a la primera vista, empecé a detallar al extraño personaje. Blanco, cabello corto, castaño oscuro, barba medio al descuido. Una descripción que fácilmente podía caer en una triste "perdida de cualidades", una vez que lo detallara. Cosa que posteriormente me llevó a preguntarme: "¿y este de cuál valla de Las Mercedes se habrá escapado?".

     Pero hay más, no sólo resaltaba por su físico, "el niño bonito" en cuestión, vestía una camisa -sí, creas o no, camisa, camisa de cuello, mangas largas y botones-, un jean gris oscuro y los zapatos negros de un modelo extraño que no era de una marca evidente, ni un diseño común pero lindos al fin. 
      
     El hecho es que le quedaba excelente el look, que pude detallar dado que el vagón tardó sus acostumbrados tres mil años y eramos un montón de personas pegadas cual palillos en una caja. 

  Por supuesto, aproveché la espera para seguir examinándolo de pie a cabeza. Paralelamente,  iba marcando en la mente los respectivos "check" en la lista de estereotipos para los príncipes azules que nos han tallado los cuentos de hadas o películas como Mirror, Mirror, donde mejor representación como la de Armie Hammer, no podía existir. Claro, sin ánimos de comparar.

     De pronto, algo me agarró fuera de base, sentí ganas de estornudar. Acto seguido, el chico muy educado, me dice "salud", lo que me permitió verle la cara y no me quedó dudas: de mal gusto no sufro (falsa modestia y "sin que me quede nada por dentro", como diría un oriental)

     Al estar tan maravillada con "er niño", decidí seguirlo. Aunque no sería hasta el fin del mundo - que ganas no me faltaban - pretendía al menos saber en cuál estación se bajaría. Así hice. Olvidé que seguramente tendría que ir de pie, sin poder leer nada porque de broma y tenía espacio para respirar, pero qué más daba, al menos iba ir con la vista distraída. 

      Quedamos cerca de la puerta. Él dándome la espalda, una chica un poco más alta que yo -cosa que no es difícil de ver- estaba a mi lado y yo trataba de agarrarme del tubo para no poner la torta con una caída. Debido a su estatura, su brazo llegaba con facilidad al techo. Así pasó tranquilo dos estaciones. Yo bailaba la mirada entre varias cosas del vagón, hacía escala en su "rayada" camisa azul con blanco de vez en cuando y seguía el paseo por ahí. 

      En una de esas, me percaté que "Homero" -tal como bautizó una compañera a un señor vestido de amarillo y un poco pasado de peso que venía con nosotras antes de hacer trasbordo- también estaba en el vagón. Era imposible ignorarlo, por lo que me hizo recordar el chiste local, entre mi compañera y yo, y sonreí prudentemente, tratando de borrar el recuerdo de mi cabeza para no pasar por loca. 

      Resulta ser que en medio de mi risa, me percato que "el principito" me estaba viendo "por el rabito del ojo como quien dice". Apliqué a la de los tres monos sabios del cuento: ciega, sorda y muda. En eso cambió el brazo. Ya habíamos pasado dos estaciones más. Hizo como si se rascara la barba mientras miraba de perfil hacia mí. Sin embargo, aún tenía a la otra chica a mi lado, por ende no le di importancia. Una vez pasamos la otra estación, muchas personas se bajaron y pude sentarme.

   Por comodidad, él se recostó de uno de los tubos, aprovechando el espacio que había quedado. Varías personas estaban entre nosotros, así que tampoco era evidente si lo veía. De repente se me escapaba una miradita para ver cómo lucía de frente, pero nada descarado. Luego, empezó a moverse entre las personas a modo de poder salir en la siguiente estación. Como no me veía, empecé a seguirlo con los ojos, mientras decía cantaitoo en la mente "chaaaaoo, cuíííííídate, lástima que no supe tu nooooombre".

      Lo que no me esperaba, era verlo salir y voltear como si hubiese estado acompañado de alguien. Al buscar entre las caras y no encontrar nada, se medio agachó y me atrapó viéndolo. Inmediatamente me convertí en "la vergüenza hecha persona". Un "trágame metro" pero ¡Ya! No sólo que me capturó in fraganti sino que además me regaló una sonrisa Glister para terminar de ponerle "check's" a mi lista. Sin quererlo -y queriendo- se la devolví y fue un gesto de despedida dado que, seguramente, no vuelva a verlo caminando por ahí. Una pena.


Barrera 2.0

     
     Es momentos de actualizar nuestras mentes y aceptar que las cosas han cambiado. Los seres humanos no somos tan distantes, ni físicamente cercanos. Sin embargo, no perdemos pista de la mayoría de nuestros amigos gracias al mundo 2.0.

     Encontramos nuevas almas en las cuales confiar, más cerebros con ideas intercambiables, vidas parecidas a las nuestras y corazones errantes, que se cuelan por las red para compartir momentos a través de cualquier dispositivo con acceso a Internet.

     En los años que llevo entre “dominios” muchas cosas han evolucionado, menos la interacción entre las letras que mantienen las personas  enganchadas a una vida virtual casi tan variada como la real. 
     
     No hay manera de despegarse de lo que se nos hace útil y entretenido. Aún cuando el tiempo de responsabilidad nos absorbe , siempre queda espacio para compartir en la web todo aquello que consideremos necesario.

     Hay casos más arriesgados en los que comprometen los sentimientos y caen en la dependencia de conectarse por cualquier medio. Ya en el caso de hacernos daño es mejor distanciarse de todos aquello equipos con acceso a internet o sistemas de chat y recuperar nuestras vidas.

     Pero qué pasaría si vencemos la barrera 2.0 y nos involucráramos más con las personas de nuestro alrededor ¿Serí igual de sencillo sincerarnos en persona tal como lo es a través de un aparato? El dilema nunca nos abandona y ojalá pudiera entenderlo con facilidad.