Al cipote con Entero y el Mundo



  Ya no aguanto más de esta "corregidera" y del mundo utópico donde todo suena, se ve y escucha exactamente como debería ser. 

 Cada movimiento es evaluado y tienes una presión que normalmente sólo sientes justo a la hora de un examen o evaluación. Una sensación continua que se quita con la música a todo volumen, con escuchar las banalidades del planeta y alejarte de cualquier cosa con la que pueda enfrascarme por hacerla bien para no molestarme con entero y el mundo.

Hasta el no anunciarle la parada con anticipación al chofer del autobús, hace que uno lo sienta como el error más grande de la vida y se lamenta todo el camino pasarela arriba pensando en lo mala persona que eres. Que se vaya entero y el mundo ¡Al cipote! 

   Me harté de intentar siempre hacer lo correcto y sentirme peor que un gusano cuando las cosas no se dan. De “justificar” un párrafo –ponerlo derechito- porque “es así”, de culparme por no decir buenos días en el momento indicado y martirizarme por haber escrito algo incompresible. 
Que en el cipote se encuentren las rayitas rosadas que Word pone en las palabras no reconocidas por el diccionario, junto a las verdes por las confusiones sintácticas. Allá de seguro conseguirán a “la crítica” de las escenas de películas y novelas. 

Soy del tipo anormal que no se fija sólo en el "juju" de los protas –uno más explotado que el otro- sino en el corte brusco de las escenas o el retoque de maquillaje que se le dio entre corto y corto. Justo en al cipote hay que mandar al “copy-paste” que acomoda un sonido o escrito y al aceite para que la puerta no rechine. A las palabras “mal decías o mochas” y a las tapitas de los tacones para que no suenen.

La cantidad de comillas que pongo también van directo al cipote, más las “y” como conectivo que he escrito –hasta ahora- trece veces, unido a la técnica de uso para contar las “y” a tus ganas de verificar que sea esa la cantidad exacta ¡Al cipote!

Estoy hastiada de la combinación de los colores y de regresarme porque “justo ‘eso’ no se me puede olvidar”. Me obstiné de ver la hora para hacer una llamada o mandar un SMS, de fijarme en cuantos “de” he escrito, seguido de lo "que" y pensar en volver a leer para suprimirlos.
Me cansé de repetir lo que digo para que me entiendan y encontrarle “peros” hasta a los menús de restaurantes. De que los mayores te corrijan y los menores te ignoren. 

No soporto la gentileza de mirar a las personas cuando me hablan y hacerme la loca cuando son ellos los que no me miran a mí. Hoy me “tibia” acordarme de los “quejones” de todos los días, sin olvidar aquellos “espalomaos” con los pies en Marte y la cabeza en Plutón, unidos lo que no tienen esperanzas para progresar y si tú las tienes ellos te cortan las alas. 

Justo ahora hasta el sonido de las teclas me hace incomodar y querer mandarlas al cipote acompañado de la “manía” de no escribir “gente” sino “personas”. 

Que se vayan para allá también los zapatos sucios, la ropa por doblar, el desastre de papelitos auto reproducidos en mi bolso y el cargador del celular que se volvió loco “cargo/no cargo” porque alguien enrolló el cable, cometió el “primer error en una serie de errores”: dañar lo ajeno.

Suspiro pausadamente, como forma de desahogo corporal, me resigno a “mi triste realidad” de querer acomodar a entero y el mundo cuando los puedo mandar al cipote de vez en cuando, como muchas personas hacen. 

De esta forma me ahorraré la “escribidera” de pistoladas que a ti posiblemente te confundan y a mí me harán reír en alguna oportunidad.