Regálame un trocito de tu invierno, uno que se quede y me recuerde por qué aquí no existe.
Te guardaré un pedacito de la costa, y me darás un jardín verdoso de París.
Intercambiemos brisa. Un helado viento londinense a cambio del calor margariteño.
La nieve sueca que se fusione en nuestros dedos con la arena de Coro.
Mejor entremezcla en tus manos aguas mediterráneas con las caribeñas.
Cambiemos de flores con orquídeas y tulipanes holandeses.
Enviaré una postal de las montañas merideñas y recibiré una tuya con los alpes suizos.
Y cuando mire al cielo caraqueño, querré compartir las nubes algodonadas contigo.
Sólo sabré que es el mismo tuyo y mío.
Sin diferencias entre mi país y tu continente.