Un pueblo que llora


    

   He vivido entre "dos bandos". Desde hace 14 años, me ha tocado escuchar opiniones políticas a favor y en contra del "proceso revolucionario" que lideraba el Presidente Hugo Chávez. Hoy él ya no está. Es impresionante y a la vez increíble admitirlo como realidad. Se fue y dejó encendido un sentimiento colectivo. En unos corazones es amor, en otros rencor.

    Ayer escuché el lamento de mi madre al conocer la noticia de que "el Presi", como me gustaba llamarle, había fallecido. Terrible sensación verla llorar desconsolada por la perdida de quien "le dio luz a quienes no existían para los políticos del pasado" decía ella entre sollozos.

   Entendí que, más allá de mi posición neutral como periodista, siempre al margen de estar 100% a favor de un bando u otro, ese era el momento de darle un fuerte abrazo para mermar su dolor y brindarle palabras de aliento y poco a poco darle calma a su pesar.

   Como ella, muchos, demasiados. Venezolanos para quienes representa y representará la figura de líder. Aún después de su muerte, están convencidos que ¡la lucha sigue! Para muestra, la marea roja salió a la calle. A despedir a su ídolo, a su comandante, a ese hombre que les dio un lugar dentro de la política venezolana. 

   Por mi carrera, siempre me he mantenido al margen de alguna tendencia partidista definida. Sin embargo, hoy decidí acompañar a mi familia a ver cómo despedían al Presidente. Nunca había estado entre tantas personas gritando consignas y vestidas de un color, en este caso predominó el rojo evidentemente. 

   Fui testigo del luto activo. No había espacio para el debate, para la burla, para el comentario fuera de lugar. Simplemente el dolor llenó las principales avenidas de Caracas por las que una multitud de personas, algunos representantes del gobierno, acompañó en procesión al ataúd. Escuché lamentos, vi personas coloradas del llanto, flores que volaban con destino al féretro. Se respiraba tristeza y resignación. 

   Hugo Chávez fue el único Presidente a quien vi gobernar, hasta ahora. Siempre titánico, con carácter,  osado y muy orgulloso. Y lo reconozco, en muchas ocasiones rechacé la forma de hacer cumplir sus ordenes. Me causaba incomodidad oírlo ofender y descalificar a sus adversarios. Sin embargo, como profesional de la comunicación, mantuve un respeto a su puesto como Primer Mandatario y la total obediencia a la norma "lo que diga Chávez  va en el titular"  Nunca me imaginé en su funeral. Toda una experiencia para el futuro.

   En mi casa me enseñaron: las perdidas se lamentan, no se celebran. JAMÁS creí que la posición política superara a la condición humana. Al menos, no la de "los opositores" con quienes he convivido. Aún cuando para algunos de ellos fue una noticia impactante y se mostraron conmocionados, otros por su parte brindaron porque "murió el tirano". Vergonzosa posición.

    Lo lamento por aquellos para quienes "los chavistas" representan una ofensa al venezolano, por los que hacen pública su alegría. Triste por todos ellos que no saben reconocer cuando deben ser compresivos con el contrario. Apartar su rencor, para darle paso a solidaridad. No es una lucha de votos entre políticos, es la muerte del Presidente de la República de Venezuela, ese quien sembró cariño en sus seguidores.

   Estamos en una nación que ha pasado por muchas situaciones de caos social. No desde hace 10 años, más de 100 años y continuamos batallando. No es posible que sigamos apelando al odio. El llamado de ambos lados es: respeto. Respeto por un dolor, por una espada en el corazón. Respeto a unas lágrimas sinceras de un pueblo que está de luto.